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LA CULTURA…
¿Hace falta la Cultura?

Por: Hernán Acero Suárez

Periodista, comunicador y gestor cultural

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Hay simbolismos que nos hacen creer en ciertos conceptos. Aunque son cotidianos, no están bien definidos en nuestro imaginario. Por ejemplo, hablamos de Paz y no sabemos realmente cómo se aplica a nuestro rutinario, en el día a día. Fijémonos nada más en estos enfrentamientos verbales y vulgares en lo político, que desdicen de quienes llevan la bandera de este significante: La paz.

Nos llenamos la boca pronunciando esta palabra. Manoseamos su condición etimológica como si flotáramos en el etéreo y en lo divino, implacables a la condición de lo que llamamos ‘perdón’; cuando en realidad no sabemos qué hacer con él. Por eso me parece apropiado trascribir aquí, un texto de Raúl Pérez Torres, que va directo al corazón de lo que somos, en esta sociedad que se ahoga en la incertidumbre.

 

La Cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria. Un pueblo sin cultura solamente podrá aspirar al cemento armado y al último modelo de carro. La nueva clase media olvida pronto a quien le posibilitó su ascenso y se convierte en estrella semanal del supermercado. La competencia empieza a ser la ideología de los mass media y el vestido de marca se transforma en su piel. Dioses del mercado. El centro comercial, la nueva iglesia. Y el cliente, su esclavo fiel.

 

La Honradez, la lealtad, la solidaridad, son lobos esteparios arruinados. El pueblo, gordo de avaricia, tambaleándose en la nueva realidad, no sabe que hacer con lo que tiene. Le han caído del cielo los hospitales, las universidades, las carreteras, el trabajo, el sueldo mensual y las pensiones. Ahora sí puede carajear. Ahora sí puede insultar, solazarse y manifestar su ego escondido. Ahora nadie le ningunea. Puede hasta dilapidar y enseñorearse y pervertirse, porque es su derecho. Nadie le quita su derecho. El estado vigila y propone su derecho. Se le entregó el pez, sin enseñarle a pescar. Analfabeto de principios y de símbolos. Su egoísmo, su individualidad, su mediocridad, su ambición están garantizadas.

 

Nunca quiso escucharme.

 

Lo primero que permite y define una transformación, es la Cultura. Y la cultura es la percepción que tenemos del mundo. La forma en la que accedemos al otro. La posibilidad de llenar el espíritu de una sensibilidad bondadosa. Es la fuente de nuestro comportamiento y la herramienta para manejar el buen vivir en la sociedad y en la comunidad. Es el aprendizaje diario de la generosidad y el respeto al otro.

 

En la televisión, denigrantes de estereotipos de nosotros mismos. En el cine, la manera más sofisticada de asesinar a tu padre. En la política, falsos profetas. En la administración pública, prestidigitadores del hurto. En la escuela, el implacable ejemplo de las drogas. En la familia, la violencia y el alcohol como un mueble más. En la vida cotidiana, la grosería, el trato burdo, el insulto brutal.Amores eternos que terminan en la comisaría. Deseos, para que a nuestros hermanos les azote otro terremoto por no pensar como uno.

 

Por eso hay que llegar a la gente con humildad. Por eso hay que tocar sus resortes guardados para que salte su sensibilidad. Por eso hay que llenarlos de poesía, y de música, y de literatura y de teatro y de la sabiduría y el ejemplo de los hombres y mujeres que construyeron la patria. Por eso hay que poner en sus manos, el arte, la ética, la estética, porque… si para algo sirve la cultura, es justamente para eso, para sensibilizarnos. Para hacernos más comprensivos e incluyentes.

 

Nunca quiso escucharme.

 

Y ahora… La ceguera de un pueblo aturdido. De un pueblo al que no se le dio la oportunidad de abrir su corazón a la Cultura, da cabezazos; grita y blasfema, sintiéndose olvidado y herido, dispuesto a sacarte los ojos”.

 

No debemos olvidar entonces que, la revolución está en las ideas.

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